domingo, 19 de febrero de 2012

Adelanto investigación Sierra Nevada

TAIRONA
El trazado urbanístico: terrazas, alcantarillados, puentes, caminos y escaleras sugiere una organización social y política compleja, centros de mando mayores que controlaban asentamientos más pequeños a través de una elite conformada por caciques y una poderosa casta sacerdotal. La base de la subsistencia estaba constituida por una eficiente agricultura, practicada en zonas aledañas a los poblados donde construyeron terrazas de cultivo.
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ECONOMÍA
La base económica que permitió el surgimiento y desarrollo de esta población fue la agricultura, en la que los tairona alcanzaron notables adelantos técnicos y que causó admiración entre los españoles por la fertilidad de la tierra, extensión de los cultivos y diversidad de productos. Pedro de Espinosa, al referirse a una de las expediciones de García de Lerma tierra adentro hace la siguiente descripción:

...Y puesto que la tierra sea tan áspera como digo,
está tan poblada de indios que no puede ser más y
toda labrada de conucos y maizales... Son sierras
muy altas, sin montes, sin peñas, todas peladas y
tierra toda para labranza (En: Friede, 1955: 58)

En los terrenos de relieve abrupto los taironas construían terrazas agrícolas de varios tamaños y longitud, sostenidas generalmente por muros de contención en piedra. En contraste con esto, en las proximidades de Santa Marta, empleaban zanjas y acequias profundas para irrigar los cultivos durante las épocas de sequía y para conducir agua a lugares donde esta escaseaba. Por estudios paleobotánicos, sobre agricultura aborigen y cambios de vegetación en la Sierra nevada, se conoce que los indígenas utilizaban un sistema doble de cultivo: cultivos mixtos que se practicaban en huertas cercanas a las casas y cultivos individuales que los realizaban en las afueras de los pueblos y en parcelas mayores de suelos más fértiles (Herrera de Turbay, 1985).

El principal producto cultivado por los indígenas fue el maíz, pero también sembraban yuca, auyama, fríjoles, ñame, batatas, ají y gran número de árboles frutales, además de algodón. La dieta la complementaban principalmente con la pesca marina. El pescado era un producto apetecido y uno de los elementos básicos de intercambio. En algunas regiones, como el valle de la Caldera, tenían muchas colmenas de abejas y criaban aves para obtener plumas.
El aprovechamiento que hicieron los nativos de los diferentes pisos térmicos, los condujo a una especialización regional en torno a las actividades artesanales y a algunos productos alimenticios. Todo ello generó el desarrollo de un intercambio entre las comunidades que integraban la etnia de los taironas y, a su vez, ayudó a mantener un equilibrio biológico y cultural. Los caminos que comunicaban las vertientes de la sierra y los pueblos entre sí favorecieron la realización del intercambio. El control del intercambio, a través de la formación de redes de caminos y de la circulación de determinados productos pudo incidir en la fuente de poder político de los caciques que participaban de esta relación (Oyuela, 1990: 65).

Los principales productos intercambiados eran los agrícolas, la sal, el pescado y las manufacturas artesanales tales como objetos de oro, mantas de algodón, adornos de plumas y objetos tallados en piedra. De acuerdo con las anotaciones del cronista Simón, los indios de Betoma llevaban mantas de algodón a los de la provincia del Carbón, y los de Pocigüeica cambiaban oro y mantas por sal y pescado con las comunidades de la costa. Fue tal la dependencia de la población de la vertiente occidental del intercambio de pescado y sal con los indios de Gaira, Durcino y Ciénaga, que cuando éstos se escapaban de sus encomenderos y huían a la Sierra, los indios de las partes altas les daban oro para que regresaran a la costa y continuaran allí para no interrumpir el comercio de peces y sal (AGN, Caciques e indios, T. LXXXI. Folios 564-603 En: Reichel-Dolmatoff, 1951:90).

Los taironas también realizaban intercambios con los grupos indígenas de las tierras bajas alrededor de la Sierra Nevada y con grupos más alejados como los muiscas. Con éstos últimos, el trueque no era directo sino a través de grupos intermedios que habitaban entre la sierra nevada y las tierras frías del altiplano central de la cordillera oriental. En estas transacciones, los artículos más apreciados eran las esmeraldas, los objetos de oro, los collares de cuentas de concha o de piedra y los caracoles marinos.
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SISTEMAS AGRÍCOLAS DE LOS KOGUI
Las aldeas kogui consisten hasta de un centenar de viviendas, unifamiliares, de planta circular y techo de paja. Las aldeas no están habitadas permanentemente pues constituyen centros sociales y rituales donde los indígenas se reúnen en ciertos tiempos del año; la mayor parte del tiempo la gente la pasa en sus varias diseminadas viviendas ubicadas en los flancos de la montaña a diferentes alturas. La unidad familiar puede poseer hasta cinco o más casas, cada una localizada en un pequeño cultivo de media a una hectárea, en una escarpada vertiente o en el estrecho fondo de un valle. También cada familia tendrá una casa en la próxima aldea, pero ésta sólo se utilizará en algunas ocasiones. Debido al régimen fluctuante de las lluvias, la capacidad de carga de cada cultivo o de un grupo de campos vecinos varía de un año a otro y de una región a otra; no obstante algunos cultivos prosperan en un ambiente más cálido o frío y por tales razones las familias kogui con frecuencia se movilizan de un campo de cultivo a otro. En cada uno de éstos, ellas se demoran el tiempo necesario para cosechar, deshierbar y cuidar sus siembras. El total de la población está activamente ocupada en prácticas agrícolas y esta pauta de trashumancia es la principal característica de la subsistencia kogui.

Las aldeas Kogui consisten hasta de un centenar de viviendas unifamiliares, de planta circular y techo de paja. Las aldeas no están habitadas permanentemente pues constituyen centros sociales y rituales donde los indígenas se reúnen en ciertos tiempos del año. (Foto: Carlos U. Salamanca)

Buena parte del territorio kogui muestra los rastros perdurables de antiguas épocas de ocupación humana. Siglos de quemas han producido un paisaje de áridas montañas, cubiertas de herbaje y pedrejón ennegrecido por el fuego. Las vertientes sin árboles están muy erosionadas y apenas a lo largo de las quebradas y ríos han sobrevivido algunas arboledas; en ciertos sitios aún existe selva primaria o secundaria. Aunque algunos campos de cultivo kogui se encuentran en las estrechas vegas de los valles y en pequeñas terrazas aluviales a 20 ó 30 metros sobre el lecho del río, la mayoría de dichos campos están localizados en vertientes donde ocupan un máximo de 2 hectáreas de cultivos mezclados. La agricultura kogui se basa en los siguientes cultivos: a unos 1.000 m, que es aproximadamente el límite más bajo de su hábitat, hay plátanos, bananos, yuca dulce, algo de maíz, calabaza, zapote, piña, junto con café, caña de azúcar; estos últimos son cultivos comerciales. A unos 1.500 m se añade al complejo enumerado el fríjol, pero allí existen pocas frutas; más arriba de los 1.500 m hay algo de maíz, fríjol, arracacha, batatas, mientras que a mayor altura siembran papa y cebolla.

El proceso usual consiste en limpiar el terreno cultivable durante diciembre, enero y quemarlo en febrero o comienzos de marzo. Pero no existe época fija de cosecha; ésta es una actividad a través del año debido a la variedad de plantas que se siembran y a las variaciones de calidad del suelo y diversidad de alturas de los campos cultivados. En estas condiciones sería equívoco decir que los kogui practican una agricultura "itinerante". En realidad ellos no reubican los sembrados y éstos pueden ser cultivados durante unos 5 años y luego se dejan descansar unos 10 años, pero en este período no se abandonan por completo; aun cuando el suelo esté bastante empobrecido siempre habrá algunas plantas alimenticias tales como cucurbitáceas, ají, fríjoles o un árbol frutal que se mantenga en algún rincón.

Debido al hecho de que los campos de cultivo de la familia están en diferentes estados de producción no hay épocas definidas de cosecha o maduración. Platanales y cañaverales se han observado en producción por unos 30 años casi sin cambios. Una comparación entre la frecuencia de épocas de cosecha y de barbecho sería pues insignificante; algunos campos son prácticamente perennes. Dicho tipo de cultivo escalonado en los flancos de la montaña difiere del verdadero cultivo itinerante en un medio plano de selva pluvial, en cuanto provee más variedad espacial y estacional de cultivos así como un encadenamiento de ciclos de crecimiento y depende menos de la lluviosidad, siendo probable que hasta durante una sequía inesperada caiga alguna lluvia en cierto sitio de las montañas. La tan efectiva variedad de cultivos de los kogui varía a lo largo del año y debe estar siempre suplementada por otros niveles y ambientes, pero el sistema general es de una muy estable agricultura de subsistencia.

La mayoría de los campos de cultivo Kogui se encuentran en vertientes donde ocupan un máximo de dos hectáreas. Cultivos mezclados con gran variedad espacial y estacional, permiten cierta independencia de las temporadas de lluvia y una agricultura de subsistencia muy estable. (Foto: Carlos A. Uribe)
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TERRAZAS ARQUEOLÓGICAS

Para colocar en perspectiva este sistema agrícola es necesario dar un vistazo al pasado. En muchos lugares del actual hábitat de los kogui se pueden ver extensas terrazas arqueológicas con detalles estructurales muy similares a los de las terrazas de los antiguos tairona de la región de Santa Marta. Dichas terrazas lineales de las vertientes del hábitat kogui están construidas con hileras de cantos rodados y moles de roca de diferentes tamaños que no sólo atajan terreno erosionado de la superficie sino también el agua corriente detrás del terraplén; aquella agua luego drena fuera por una leve pendiente lateral del terraplén. Los indios de épocas prehistóricas en ocasiones excavaron largos y estrechos canales de drenaje a través de la pendiente de la vertiente. Se pueden observar pautas de contorno de las terrazas en algunos flancos de las colinas, cuya inclinación varía de pocos a 45 grados y más aún. En otras regiones en cambio el patrón formado por las hileras de piedra es más bien imbricado constituyendo una creciente pauta general de terrazas semicirculares. Algunos rasgos están asociados a las terrazas: pequeñas plataformas de piedra, lajas paradas o estelas clavadas en el piso. Las huellas de antiguas actividades en las terrazas indican que los tairona u otras antiguas tribus tuvieron plena conciencia de la necesidad de minimizar la erosión del terreno y de hacer drenajes. Con los kogui de hoy sucede lo mismo pues ellos saben de los beneficios de la conservación del suelo y de la irrigación, pero hacen uso de estos conocimientos apenas de un modo limitado. Desechos de los campos (rocas, pequeñas piedras, ramas, viejos troncos de árboles) son colocados a veces en lugares donde pueden servir como pequeñas trampas de tierra y también a veces irrigan sus sembrados o cavan estrechos canales de desagüe en la pendiente; sin embargo, la irrigación intensiva no existe, a pesar de que claramente está presente el conocimiento tecnológico necesario.
La unidad familiar puede poseer hasta cinco o más casas, cada una localizada en un pequeño cultivo de media a una hectárea, en una escarpada vertiente o en el estrecho fondo de un valle. (Foto: Carlos A. Uribe)
Las terrazas arqueológicas, tan prominentes en las escuetas faldas del hábitat kogui, sorprendentemente no están integradas a la actual organización del trabajo agrícola, ni con las pautas de asentamiento hoy prevalecientes. En el pasado prehistórico, cuando las terrazas acompañaban a los grandes asentamientos nucleados, éstas constituían ecosistemas artificiales, pero hoy día permanecen sin ser casi usadas. Las terrazas arqueológicas contienen buenos suelos pero a veces están distantes de los asentamientos kogui; además estos indios se apartan de ellas puesto que en cierto sentido las terrazas son consideradas sitios sagrados pertenecientes a los "antiguos" ancestros. En resumen, mientras que los tairona retrabajaron el ambiente natural y así incrementaron su producción, los kogui han mantenido su ambiente natural sembrando sus diseminados campos y huertas con una mezcla de cultivos de mera subsistencia.
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PRODUCCIÓN ACTUAL DE ALIMENTOS

Los hallazgos casuales de piedras de moler arqueológicas indican que los vestigios de terrazas fueron usados para el cultivo de maíz, de lo cual también dejaron constancia los primeros cronistas españoles. Aunque actualmente el maíz está rodeado de muchos ritos de carácter ceremonial, este producto es de poca importancia ahora en su dieta. El principal producto alimenticio de los kogui a través de todo el año consiste de plátano, fruto casi permanentemente cosechable. Es claro, asimismo, que los elementos más básicos de su subsistencia son plantas, muchas de ellas de origen postcolombino, tales como: el plátano, el banano, el ñame, la papa (que en la Sierra Nevada aparece en la época posterior a la Conquista), el guandul, la caña de azúcar, el mango y otras. En cambio, son de menor importancia plantas autóctonas americanas tales como el maíz, la yuca, la batata, el fríjol y éstas, aunque son consideradas por los kogui como "pertenecientes" a ellos, son de menor consumo. Aquello indica que en gran parte los kogui han tenido que reorientar su producción agrícola y con ella muchos otros aspectos de su vida tradicional, tal como ocurrió con sus pautas de asentamiento. Según los kogui, el cultivo de maíz no es ventajoso en su actual ambiente y ellos se inclinan por la preferencia de alimentos tales como plátano, tubérculos y calabazas, siendo de considerable importancia cosechas de frutos de árboles. El uso de recursos animales está limitado tanto por factores ambientales como por mecanismos culturales, puesto que ellos piensan que las proteínas animales son peligrosas para la salud en el contexto ritual. La caza es muy escasa y hay poca cacería de animales que entren a los campos de cultivo. Consumen cangrejos de río y cucarrones.
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AGRICULTURA CULTURA TAYRONA

Los Tayronas eran excelentes horticultores y, favorecidos por la diversidad de sus climas, pudieron cultivar e intercambiar casi todos los frutos que se cosecharon en Precolombia. En ninguna otra cultura de nuestro territorio aparecen tan claros los procedimientos para mantener la fertilidad del suelo, consistentes en terrazas que impedían la erosión de los suelos, ni otras aplicaron tan hábilmente la irrigación artificial, conduciendo por canales el agua de los ríos hasta sus sementeras.

Como no tenían rebaños, sino que vivían principalmente de vegetales y frutas, su vecindad al mar determino para los Tayrona una alimentación a base de pescado, mientras que sus montañas les dieron cuantiosa cacería de venados y aves como paujiles, tórtolas y pavas. También el mar les suministraba la sal, no sólo para condimentar sus alimentos, sino para conservar el pescado seco, del cual hacían comercio con las tribus que les proveían de oro.

Complementaban su nutrición con la miel de abejas, que supieron cultivar con gran esmero y en abundancia tal, que cierto soldado español contaba haber visto en tierras Tayronas hasta 8.000 colmenas. De frutas y granos supieron fermentar muchas clases de bebidas embriagantes.
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ECONOMÍA

La economía de las comunidades del área de la cultura Tairona se basa principalmente en la agricultura. Cultivaron el maíz, la batata, la yuca, el algodón, los frutos, etc. Practicaron algunos sistemas para sus cultivos como el de la roza, siembra en terrazas y canales de irrigación. El pescado era, en general, un producto apetecido y uno de los elementos básicos de intercambio. Además, en algunas regiones practicaban la apicultura en gran escala.
Realizaban intercambio también con los grupos indígenas vecinos de las tierras bajas al oriente y occidente de la Sierra Nevada, y con grupos más alejados, como los muiscas. En estas transacciones, los artículos mas apreciados eran las esmeraldas, los objetos de oro, los collares de cuentas de concha o de piedra y los caracoles marinos.
Los trabajos arqueológicos realizados recientemente en algunos sectores de la costa atlántica han permitido localizar rastros de grandes terrazas de cultivos que indican el grado de adelanto de la horticultura entre estos pueblos. Estas construcciones están sostenidas por largos muros de piedra, que cubren las faldas de la cordillera a lo largo de muchos kilómetros. En las terrazas colocaron capas de tierra fértil y construyeron un sistema de irrigación por medio de canales y zanjas.

La carne, producto de la caza y de la pesca, complementaba su dieta alimenticia. Gracias a la sal marina, los trabajos orfebres y la industria del algodón, tuvieron un inmenso comercio que efectuaban con pueblos lejanos como los muiscas, con quienes los intercambiaban con maltas y esmeraldas.

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